Desde el Foro Extremeño Antinuclear, parte del MIA, y el Movimiento Ibérico Antinuclear de Portugal queremos compartir una reflexión sobre la recarga de la Central Nuclear de Almaraz I en tiempos de confinamiento.
Hemos asistido con perplejidad a lo que consideramos una actuación irresponsable, con tres cambios en las decisiones tomadas en un periodo de tres semanas.
Las noticias que han llegado a la sociedad se resumen en que el 14 de abril se comenzó la recarga de combustible, sin atender a otras necesidades de la revisión, para hacerlo con un equipo reducido de personas y en un espacio de tiempo de tres semanas, en lugar del mes y medio marcado por razones de seguridad. Posteriormente se informa que estos trabajos se harán de la manera habitual, aunque se prolongarán hasta la segunda semana de junio para garantizar la distancia entre personas.
Justifican esta actuación alegando que la recarga «permitirá, además, el impulso de la economía del entorno de la planta y de la empleabilidad tanto del personal de plantilla como de las empresas contratistas».
Esto choca con la recomendación, el mismo día 14 de abril, de Goldman Sachs de vender la acciones de Endesa y Naturgy (dos de las propietarias de Almaraz I y II) ya que indican se prevé “el aumento en los incumplimientos de pago por parte de los clientes, así como el desempleo, lo que podría traducirse en pérdidas de en torno a 8.000 millones de euros anuales tanto en 2020 como en 2021”
Por otra parte, economistas de Oxford han realizado un trabajo pionero para conocer la capacidad de producción ecológica de los países. Lo han hecho mediante la creación de la mayor base de datos del mundo de productos ecológicos reconocidos internacionalmente.
A cada producto se le ha asociado una puntuación de complejidad, que indica lo sofisticado que es tecnológicamente, y que concluye que los países que exportan productos más complejos tienden a experimentar un crecimiento más rápido. A esto lo han denominado Índice de Complejidad Verde. A través de este estudio han concluido que un PIB elevado que se sustenta en energías no-limpias, como el caso de Australia, Noruega o los Emiratos Árabes, tiene un índice bajo de Complejidad Verde, lo que pronostica un futuro difícil. España ocupa la duodécima posición, con posibilidades de ascender si se hacen las inversiones correctas. El estudio sitúa a nuestro país como el tercero con mayor potencial para mejorar. Para ello, debería avanzar en el desarrollo de productos verdes y tecnológicamente avanzados, como los ligados a las energías renovables, al tratamiento y conservación del agua (el estudio cita, en concreto, lo medidores de líquidos y las válvulas reductoras de presión) y otros productos, como los compresores de aire, que se utilizan para transportar o extraer el aire contaminado.
Por eso, desde uno y otro lado de la frontera luso-hispana, nos preguntamos qué clase de política suicida estamos siguiendo, prolongando la vida de una central nuclear construida con tecnología de 1973, que ya en 2016 “un informe de cinco técnicos de la central indica que no hay «suficientes garantías» de que las bombas de agua que evitarían un accidente funcionen con normalidad. Estas observaciones se concluyen al detectarse deformaciones en piezas de los motores y se apunta a que desde hace 19 años no se realizan revisiones periódicas nivel 8.”
Carmen Ibarlucea, presidenta del Foro Extremeño Antinuclear, declara: “No comprendo que sigamos promoviendo una energía que no tiene futuro, cuyos residuos tienen un alto coste para las arcas públicas, ya que su almacenamiento y tratamiento es muy peligroso y no ofrece garantías, cuando podríamos estar invirtiendo un crear una estrategia industrial sostenible, diseñando en clave ecológica nuestro futuro energético. Si algo nos ha enseñado el confinamiento es que necesitamos poner en orden nuestras prioridades”
Por su parte, Nuno Siqueira, portavoz del Movimiento Ibérico Antinuclear en Portugal, nos recuerda que “Portugal abandonó muy pronto el camino de la nuclear en todas sus formas, desde la minería, a la industria o el tratamiento de residuos. Sin embargo vive pendiente de lo que sucede al otro lado de la frontera, porque así como para los virus no existen fronteras, para la radiación tampoco, y la radiación permanece mucho más tiempo que un virus”