Fukushima 6 años después

El 11 de marzo se cumplen seis años del accidente nuclear de Fukushima-Daiichi, tan grave como el de Chernóbil, aunque de características diferentes. Hoy, los niveles de radiación son 20 veces superiores a los permitidos en las zonas descontaminadas y los vertidos de agua radiactiva que están contaminando el mar siguen haciendo inhabitable el entorno de la central. Unas 50.000 personas se han negado a volver a sus casas ante la falta de garantías y los altos niveles de radiactividad dejados en el terreno, rechazando incluso las gratificaciones de más de 6.000 euros que se ofrecen por el retorno.

El coste de al accidente supera los 80.000 millones de euros, duplicando el cálculo inicial del Gobierno japonés. Se calcula que habrá que gestionar más de 900.000 toneladas métricas de agua radiactiva que se bombea del subsuelo para reducir la contaminación. Los reactores 1, 2, 3 están fundidos, acceder a su interior sería mortal en pocos segundos debido a las elevadas dosis radiactivas habiéndose alcanzado el récord de dosis medida en el reactor número 2 que alcanzó los 650 Sv/h el día 10 de febrero. De hecho, los tres robots introducidos en el reactor para tomar imágenes han sido destruidos por la radiación al cabo de horas.

En este estado de cosas, seis años después del accidente no se sabe ni como ni cuando se podrá proceder a desmantelar los reactores, a falta de una solución técnica con garantías se empieza a considerar actuar como en Chernóbil. Es decir, renunciar al desmantelamiento y cubrir los reactores con sarcófagos de hormigón hasta que la radiactividad decaiga lo suficiente, lo que puede ocurrir en cientos de años.

El desastre nuclear de Fukushima en 2011 demostró que la energía nuclear es demasiado peligrosa, demasiado sucia y demasiado cara para que se continúe usando. No se puede permitir que estos desastres vuelvan a ocurrir. Durante los próximos meses los movimientos antinucleares españoles y portugueses mostrarán su rechazo a las renovaciones de los permisos de las centrales nucleares, empezando por la de Almaraz, y al empeño de seguir adelante con la reapertura de Garoña, el Almacén Temporal Centralizado (ATC) en Villar de Cañas (Cuenca) o la mina de uranio en Salamanca.

La única razón para mantener abierto el parque nuclear más allá de los 40 años responde al interés del oligopolio eléctrico de seguir incrementando sus beneficios, sin importar el consiguiente aumento de la inseguridad y de la cantidad de residuos a gestionar. En el mercado eléctrico español una gran central nuclear produce al día en torno a un millón de euros de beneficios. La reapertura de Garoña sería un tremendo error: es necesario proceder al cierre ordenado del resto de las centrales nucleares cuando expiren sus actuales permisos de explotación, empezando por la central de Almaraz. Es el paso previo necesario para encontrar una forma de gestión de los residuos radiactivos de alta actividad a través de un debate público. Todo lo contrario de lo que ha sucedido en la adjudicación del ATC en Villar de Cañas.

Por ello hoy 11 de Marzo cientos de personas se han reunido alrededor de toda la península ibérica para mostrar que queremos ¡¡ VIVIR SIN EL RIESGO NUCLEAR!!

 

 

Informe sobre fukushima

Informe sobre la radiación en el mar (inglés)